Al igual que en la República Romana, los niños de Prusia conocían inconscientemente desde la más tierna infancia dos conceptos que jamás escucharon ni maldita la falta que les hacía. Esos conceptos se manejan con frecuencia entre los estudiosos del Derecho Romano, los historiadores y otros grupos de gente ociosa, y son tan universales que todos los reconocen aunque no los hayan escuchado mentar en sus vidas. Me refiero a la Auctoritas y a la Potestas.
La Auctoritas se traduce en prusiano como Autoridad, pero el significado de ese término en la antigüedad va más allá de lo que nosotros entendemos como autoridad. Supongo que habrá libros escritos sobre esta palabra, pero en resumen refiere a la ostentación de un prestigio que permite emitir una opinión legítima, cualificada, que la República (entendida como la ciudadanía políticamente organizada) reconoce a un sujeto. Normalmente, los integrantes del Senado Romano ostentaban una auctoritas que se contraponía al poder efectivo, a la capacidad de tomar decisiones y de ejecutarlas, esto es, a la Potestas. De este último término, en relación con los niños, quiero hablaros hoy, dejando la Auctoritas para más adelante.
Potestas se traduce en prusiano como Potestad, pero como la palabra puede sonar algo peregrina en oídos poco familiarizados con la Historia, el concepto viene a ser capacidad para obrar. Del nombre potestas el verbo potere, que en prusiano es poder.
Los niños de Prusia siempre hicieron un uso apropiado del latín potere, porque como vemos en la tercera acepción de la palabra en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Prusiana, en lenguaje coloquial viene a ser: Tener más fuerza que alguien, vencerle luchando cuerpo a cuerpo. En la República Infantil, lo mismo en Prusia que en Austria que en cualquier otro lugar del Imperio, la Potestas la ejercía el niño capaz de vencer a sus compañeros por los puños. Pero la Nación de los niños no contemplaba un gobierno con poder ejecutivo: el propietario de la Potestas normalmente no se inmiscuía en lo que hacían sus compañeros ni pretendía gobernarlos, pero en ocasiones podía requerirles sus servicios: el potere (ser más fuerte en combate) sería la garantía de que los demás cumplirían sus deseos. Una vez, siendo yo niño, di un discurso a mi clase subido en una mesa, y cuando terminé, mi soporte no había quedado demasiado pulcro. Más bien había quedado lleno de huellas de barro, por lo que, al darme cuenta, escapé rápidamente para no tener que limpiarlo. Pero al volver del recreo, el dueño de la potestas me estaba esperando: la mesa pertenecía a una chica que le gustaba, me había visto dando el discurso y sabía que había sido yo. Por tanto me forzó a limpiarla. No hubo violencia, sólo una orden y el reconocimiento de su Potestas.
A veces, cuando no había un liderazgo evidente, la Potestas la ejercía un grupo más o menos definido, como en una República Aristocrática, un grupo que en el mayor de los casos era impulsivo e irreflexivo, y que siempre ostentaba potere, capacidad para vencer por la fuerza. Recuerdo una vez que un niño al que llamábamos Simio por la forma de su cráneo, (no demasiado popular como habréis intuido) se opuso al dictamen de los aristócratas de la República. El deseo de estos era el abandono masivo de la clase a última hora (estamos hablando de niños de 12-13 años), lo que llamábamos hacer pira, o hacer chapo (hacer novillos era palabra anticuada en mis tiempos). Sólo los aristócratas y algunos seguidores entre los que me encontraba yo, secundábamos la idea, y el resto de la clase aceptaba a regañadientes por no enfrentarse a la "cúpula de poder". Pero Simio se opuso, y eso era grave, porque si uno se quedaba los dudosos rápidamente optarían por quedarse (si no había nadie en la clase, la maestra no la impartiría y se pensaría que nos había llegado alguna noticia equivocada de su ausencia). Pero si había uno, ya no tendríamos posibilidad de pirarnos. El caso es que al final, como no podíamos arrastrarle, nos hizo quedarnos a todos, lo que pagó después.
Contradecir a los depositarios de la Potestas suponía ser objeto a posteriori (cuando no había adultos para mediar) de un iudicium, el juicio de aquél o aquellos que habían visto su poder menoscabado. Normalmente, el curso de un iudicium era como sigue: en la calle, el dueño o dueños de la potestas se aproximaban al transgresor increpándole su desobediencia, hasta estar muy cerca de él. El transgresor no se enfrentaba al juez, porque era el poseedor del potere, capacidad para vencer por la fuerza. Recibía su castigo en forma de golpes físicos, aunque es extraño que se cebase en él. Normalmente valdrían un par de pescozones y unas patadas, no demasiado fuertes. Una pelea sólo se producía en situaciones extraordinarias en que los dos contendientes poseían un elevado nivel de potere. A Simio le dieron unos puños en el brazo (buscando el nervio, eso sí) y dos tortas, para intentar reorientarle hacia el mal y para que entendiese lo que ocurría si contradecía a los poderosos. Después lo soltaron.
Alguien puede preguntarse, y dónde estaban los adultos? Qué hay de su Auctoritas y su Potestas sobre los niños, en todo caso superior? El poder de los adultos era externo, venía de arriba, pero sólo en determinadas situaciones. Cuando eres niño tienes que vivir en un mundo de niños, y adaptarte a la Lex, a la ley de ese mundo. Un mundo en el que era considerado crimen de lesa majestad el "chivarse" a esa autoridad superior. A veces los adultos no comprenden por qué los niños que sufren la ira de sus compañeros se callan y lo soportan; el problema es entender que el niño no responde a la lógica que impera (generalmente) entre los mayores, sino que funciona según los conceptos de Potestas, Auctoritas y Iudicium propios de los niños, que no difieren mucho de nuestros amigos los animales.
