Gracias a la desinteresada aportación de un prusiano, he recordado una institución de la república de los niños que tenía olvidada. No se si estos rituales se harán en otros lugares del globo además de en Prusia. Yo, por lo pronto, había olvidado tal acepción de la palabra "barra", palabra que en mis tiempos mozos utilicé con frecuencia pues como he dicho, hacía referencia a una institución consolidada en el colegio.
¿Cómo definir lo que era "una barra"? ¿Como definir lo que era el Bayle en la corona de Aragón, o el geist en la Alemania decimonónica? No son definiciones sencillas. Veamos. La barra no era exactamente una pena impuesta por una transgresión en la nación infantil (aquella que comenté se formaba en la clase entre los niños) como lo fue la lluvia de puños que descargamos sobre mi amigo Ramón, (véanse entradas antiguas). La barra era más bien... un deporte de riesgo, un juego brutal, un modo de "colegueo". La barra era algo espontáneo, no necesitabas haber hecho nada malo a la nación para sufrirla, porque, evidentemente, la barra era algo que se sufría. En ella también intervenían los rangos, la jerarquía infantil, pues un líder nunca sería víctima de una barra, mientras que un recien llegado o un pardillo tenía todas las cartas para ser embarrado. Recuerdo chavales embarrados, y todos cumplían el requisito de bajo estrato "social", en la nación de los niños.
El funcionamiento de la barra era sencillo. La turba te levantaba, al más puro estilo revolución francesa, después de que algún listillo, y de un modo completamente espontáneo, gritase "¡Una barra a Anyo!", por ejemplo. Si tenías espíritu, te revolvías y pateabas locamente esperando que no pudiesen atraparte, en ese caso, los que te aferraban podían acobardarse y soltarte. Pero yo he visto gente a la que parecía gustarle la barra, porque no forcejeaban nada, sino que preferían ser conducidos a su calvarío con resignación. A mí, por ejemplo, además de por ser rey, nunca me pudieron embarrar porque cerraba los ojos y pateaba inconscientemente, como si me hubiera poseido Lucifer, de tal modo que los que te agarraban soltaban, so pena de recibir un buen puntapie ciego, que son los más peligrosos. La ceremonia continuaba entre risas exaltadas, coros de voces que entonaban felices los que no iban ser embarrados, y gritos excitados de los que pedían que se ejecutase inmediatamente la barra. Entonces, entre dos críos, le separaban las piernas al cautivo (sujeto en todo momento en alto por otros, que lo tomaban por los brazos y hombros) y, conducido ante una columna o una esquina, normalmente, aunque cualquier elemento que pudiese ejercer de barra valía (un poste, el grueso de una puerta...), empezaban a embestir el tabique con los mismísimos huevos del embarrado. Los golpes se hacían con regularidad, mientras la chusma jaleaba feliz el espectáculo. Cuando la turba consideraba bien embarrada a la víctima, lo depositaban en el mismo suelo y allí quedaba, con su pena. Todo el proceso no duraría más de un minuto, pero la emoción lo convertía en toda una experiencia, el verlo.
Es posible que otros prusianos puedan aportar sus puntos de vista particulares sobre esto, en tal caso serán bienvenidos. En cualquier caso, hacer una barra era eso, algo sencillo, de relax para el grupo, entre clase y clase. Evidentemente, había una víctima de por medio, pero con su dolor repartía placer y distracción a los demás, lo que sin duda es un acto de altruísmo ennoblecedor. Y si uno tiene que sufrir para que disfruten los otros veinte, merecía la pena el sacrificio. Así al menos, lo creía la nación de los niños, que no estaba exenta de gran sabiduría.
¿Cómo definir lo que era "una barra"? ¿Como definir lo que era el Bayle en la corona de Aragón, o el geist en la Alemania decimonónica? No son definiciones sencillas. Veamos. La barra no era exactamente una pena impuesta por una transgresión en la nación infantil (aquella que comenté se formaba en la clase entre los niños) como lo fue la lluvia de puños que descargamos sobre mi amigo Ramón, (véanse entradas antiguas). La barra era más bien... un deporte de riesgo, un juego brutal, un modo de "colegueo". La barra era algo espontáneo, no necesitabas haber hecho nada malo a la nación para sufrirla, porque, evidentemente, la barra era algo que se sufría. En ella también intervenían los rangos, la jerarquía infantil, pues un líder nunca sería víctima de una barra, mientras que un recien llegado o un pardillo tenía todas las cartas para ser embarrado. Recuerdo chavales embarrados, y todos cumplían el requisito de bajo estrato "social", en la nación de los niños.
El funcionamiento de la barra era sencillo. La turba te levantaba, al más puro estilo revolución francesa, después de que algún listillo, y de un modo completamente espontáneo, gritase "¡Una barra a Anyo!", por ejemplo. Si tenías espíritu, te revolvías y pateabas locamente esperando que no pudiesen atraparte, en ese caso, los que te aferraban podían acobardarse y soltarte. Pero yo he visto gente a la que parecía gustarle la barra, porque no forcejeaban nada, sino que preferían ser conducidos a su calvarío con resignación. A mí, por ejemplo, además de por ser rey, nunca me pudieron embarrar porque cerraba los ojos y pateaba inconscientemente, como si me hubiera poseido Lucifer, de tal modo que los que te agarraban soltaban, so pena de recibir un buen puntapie ciego, que son los más peligrosos. La ceremonia continuaba entre risas exaltadas, coros de voces que entonaban felices los que no iban ser embarrados, y gritos excitados de los que pedían que se ejecutase inmediatamente la barra. Entonces, entre dos críos, le separaban las piernas al cautivo (sujeto en todo momento en alto por otros, que lo tomaban por los brazos y hombros) y, conducido ante una columna o una esquina, normalmente, aunque cualquier elemento que pudiese ejercer de barra valía (un poste, el grueso de una puerta...), empezaban a embestir el tabique con los mismísimos huevos del embarrado. Los golpes se hacían con regularidad, mientras la chusma jaleaba feliz el espectáculo. Cuando la turba consideraba bien embarrada a la víctima, lo depositaban en el mismo suelo y allí quedaba, con su pena. Todo el proceso no duraría más de un minuto, pero la emoción lo convertía en toda una experiencia, el verlo.
Es posible que otros prusianos puedan aportar sus puntos de vista particulares sobre esto, en tal caso serán bienvenidos. En cualquier caso, hacer una barra era eso, algo sencillo, de relax para el grupo, entre clase y clase. Evidentemente, había una víctima de por medio, pero con su dolor repartía placer y distracción a los demás, lo que sin duda es un acto de altruísmo ennoblecedor. Y si uno tiene que sufrir para que disfruten los otros veinte, merecía la pena el sacrificio. Así al menos, lo creía la nación de los niños, que no estaba exenta de gran sabiduría.

Alguien me contó que a un crío le tuvieron que quitar un testículo días despues de una barra especialmente violenta porque se le necrotizó. No es broma.
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